Hace ya tres años dos jóvenes arreglaron un encuentro con el secretario de Cultura de General Alvear. Uno de ellos era yo. Tenía el guion de una película bajo el brazo y alguna hipótesis, pero sobre todo muchas incertidumbres, acerca de cómo conseguir los recursos para semejante locura. Hacer una película es un emprendimiento difícil. Implica conseguir dinero para pagar a un grupo de gente, conseguir el equipamiento técnico pertinente, alojamiento, comida (para varias personas a lo largo de unas cuantas semanas), vestuario, locaciones, movilidad y otras cosas. Nuestro equipo pertenece al llamado "Cine Independiente", una suerte de antítesis del cine comercial al que estamos acostumbrados que persigue la mayor cantidad posible de
libertad artística utilizando el ingenio y la cooperación (y la solidaridad) para reducir costos sin resignar calidad. Para independizarnos de la cruel tiranía de los productores mercantilistas de la escena industrial (que es igual en todas partes del mundo), dependemos de la generosidad y perseverancia de gran cantidad de personas. De ahí la dificultad.Con todo esto en mente (y mi guion bajo el brazo) recorrimos los 250 km que nos separan de Alvear bajo una lluvia fuerte y con parte de la ruta inundada, debatiéndonos sobre cómo interesar a este pobre hombre en el proyecto de unos principiantes que poco tenían para ofrecerle. Recuerdo haber agarrado de mi casa unos 300 pesos, prácticamente lo último que me quedaba, con la intención de invitarlo a comer, en un gesto desesperado por hacerle creer que sabíamos lo que hacíamos. No hizo falta.
El hombre nos llevó a un lugar elegante y yo temí que la cantidad en mi bolsillo fuera insuficiente. Para colmo, soy extremadamente tímido y me resulta imposible saber qué decir en prácticamente cualquier situación de intercambio social, sobretodo cuando no conozco a mi interlocutor. Por suerte me acompañaba Cacho, el productor, un tipo menos complicado. La situación de angustia duró unos pocos minutos. Después de un breve intercambio de palabras, nos quedó en claro que ese hombre estaba sumamente interesado en que se filmara en el pueblo. La situación se revertía. No nos dejó pagar por el almuerzo.
A partir de ese momento se nos aclaró el camino. En nuestro oficio no es tan importante el dinero como la determinación de un hombre o de un grupo de hombres a prestar ayuda. Por más pequeña que sea, la suma de esas pequeñeces nos acercan a la gran meta. El pueblo entero parecía entusiasmado con la idea de que su comunidad fuera retratada en una película. No nos resultó difícil conseguir que algunos negocios aceptaran ser nuestros "auspiciantes", lo que fuera que eso significara. Al menos una vez tuvimos que decir que lo que se nos ofrecía era demasiado y reducir la cuota. La generosidad de nuestros auspiciantes permitió sin lugar a dudas alcanzar la libertad artística que hasta ese momento era una mera entelequia. Pudimos avanzar sin miedo a equivocarnos. Pudimos equivocarnos sin miedo a perderlo todo. Pudimos repetir una y otra vez, un viaje tras otro, hasta entender cómo hacer tal truco, o cómo lograr tal objetivo. Todos ayudaron. En una oportunidad me bajé de la combi bajo una lluvia torrencial sin paraguas y me puse a caminar. Al rato apareció un auto y un desconocido se ofreció a llevarme. En algún momento del rodaje me enteré de que tenía parientes en el pueblo. Me abrieron las puertas de su casa, nos invitaron innumerables corderos, soportaron la desprolijidad, el caos y las exigencias del equipo de rodaje. Son, en parte, productores de la película.
La postproducción es el momento en que se organiza y corrige el material filmado, se ordena en forma de relato, se emprolija el sonido y se producen ciertos "efectos" necesarios para el buen funcionamiento de la trama. En nuestro caso este capítulo se extendió durante mucho tiempo. Toda la voluntad no alcanza para cumplir con el objetivo, también es necesario dar en el blanco. Y tardamos en dar en el blanco. Pero lo hicimos.
La película es el retrato de un hombre pequeño en un lugar pequeño, a quien la gran historia le pasa por el costado. Si bien podría pensarse como una trama fantástica, existe una voluntad de retratar el mundo del personaje con la mayor honestidad posible. Ese mundo me es propio y me es ajeno. Tengo un enorme cariño por estas llanuras que nadie puede llamar suyas. Quise transmitir ese cariño en estas imágenes. No puedo ser yo quien juzgue si esto fue logrado. Pongo la película a disposición del pueblo para que lo haga.
Rodrigo Sánchez Mariño.
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