Desde su invención, el horóscopo se convirtió en la principal herramienta de la astrología. Aunque hoy lo asociamos al conocimiento de los rasgos personales y psicológicos de alguien, en el pasado el horóscopo perseguía sobre todo fines prácticos, relacionados a menudo con la elección del momento más propicio para algo. Por ejemplo, era muy frecuente que se utilizasen para escoger la fecha de un acontecimiento –una coronación, el inicio de una batalla– o la de la fundación de una ciudad. También se recurría a
ellos con mucha frecuencia en la práctica de la medicina. Pero ¿cuándo fue creada esta representación visual de las especulaciones sobre la influencia de las estrellas y otros cuerpos celestes en la conducta humana? No hay una fecha exacta conocida, aunque sí sabemos que, en China, los horóscopos surgieron con toda seguridad durante la dinastía Zhou (1050-250 a.C.). En Occidente, donde se da la otra gran tradición astrológica históricamente contrastada junto a la china –y la hindú, relacionada con la nuestra–, su implantación fue algo posterior. Concretamente, su aparición suele situarse en el Egipto helenístico –el período comprendido entre la muerte de Alejandro Magno, en 323 a. C., y la de Cleopatra, en 30 a. C.– como una evolución de la astrología mesopotámica. Lo que no está nada claro es a quién se debió la autoría del invento. Entre los posibles padres de la criatura, las fuentes antiguas citan a Eudoxo de Cnido, a Beroso el Caldeo y a Hipsicles, pero en ningún caso hay pruebas concluyentes. Y, por supuesto, siempre mencionan a Hermes Trismegisto, un fascinante sabio dedicado a la magia, la alquimia, la astrología y otros arcanos (en la imagen que ilustra este artículo, en un grabado que lo representa junto al Sol, la Luna y otros símbolos astrológicos). El problema es que no hay ninguna evidencia histórica de que tal personaje existiera realmente: hoy la historiografía cree que se trata más bien de un compuesto mítico basado, eso sí, en distintos eruditos de la época y otros anteriores en el tiempo. Así, Hermes Trismegisto –que en griego significa "Hermes, el tres veces grande"– aparece en la literatura ocultista como un sabio egipcio de la etapa helenística al que se le atribuyen diversos méritos. Según ciertas fuentes, habría sido el mismísimo creador de la alquimia y desarrollado un sistema de creencias metafísicas conocido como hermetismo (de ahí deriva la palabra "hermético"). Para algunos pensadores medievales, fue un profeta pagano que anunció el advenimiento del cristianismo, e incluso, según otros, se trataría del nombre dado en griego al dios egipcio Tot. También se le han atribuido estudios de alquimia, como la Tabla de esmeralda –que sería traducida del latín al inglés nada menos que por Isaac Newton–, y de filosofía, como el Corpus hermeticum. Y, como ya se ha dicho, la invención del horóscopo. No obstante, pese a la fascinación que siempre ha despertado, el personaje se fue construyendo principalmente desde la Edad Media hasta la actualidad, sobre todo a partir del resurgimiento del esoterismo.
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