Es probable que te haya pasado. El médico te receta antibióticos y el farmacéutico que te los vende te recomienda unos probióticos para que el medicamento no te destroce el estómago.
Los probióticos son microorganismos presentes en ciertos alimentos (sobre todo algunos yogures y quesos), y se usan para elaborar comprimidos y bebidas que –se supone– nos ayudan a recuperar el equilibrio de la flora intestinal y con ello a que nuestro sistema digestivo funcione bien. También se les atribuye la capacidad de reforzar nuestras defensas, y otros muchos beneficios que dos investigaciones publicadas en la revista Cell ponen ahora en duda.
Las ha hecho un equipo de investigadores del Instituto Weizmann de Ciencias de Israel, que ha comprobado que el tracto gastrointestinal de muchas personas se resiste a ser colonizado por probióticos de origen externo, y que tomar probióticos para contrarrestar el efecto de los antibióticos puede retrasar la vuelta de la flora intestinal a su estado previo a la toma del fármaco.
Eran Elinav, inmunólogo en el Instituto Weizmann, señala que "los resultados indican que los probióticos que compramos en el supermercado no funcionan como pensamos, y que no deberían venderse como un producto válido para todo el mundo. Tendrían que crearse a medida de las necesidades de cada individuo".
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En este caso, los investigadores israelíes cambiaron el método habitual de análisis de la flora intestinal. En lugar de analizar los excrementos de los 25 voluntarios participantes en el primer estudio, observaron in situ la colonización bacteriana de sus tractos gastrointestinales, mediante endoscopias y colonoscopias que, unidas a estudios genéticos, sirvieron para conocer la microbiota característica de cada sujeto.
15 de los voluntarios fueron divididos en dos grupos: el primero tomó probióticos genéricos, y el segundo un placebo. Luego pasaron por otra ronda de endoscopias y colonoscopias y se les hizo un seguimiento durante dos meses. Los resultados demostraron que la efectividad de los probióticos dependía de cada persona: algunas tenían una flora intestinal proclive a la ayuda externa, pero en otras sucedía todo lo contrario, así que tomar probióticos no les servía de nada.
Antibióticos en juego
En el segundo estudio, los científicos analizaron qué ocurría cuando 21 voluntarios que seguían un tratamiento con antibióticos tomaban probióticos para contrarrestar los efectos nocivos de aquellos sobre la flora intestinal, algo que muchos médicos y farmacéuticos suelen recomendar.
En este caso, los probióticos convencionales colonizaban los intestinos previamente limpiados por los antibióticos, que eliminan patógenos pero también bacterias beneficiosas, pero se observó un daño colateral inesperado: la colonización probiótica impedía durante meses el retorno de la flora intestinal de cada individuo a su estado normal, marcado por los genes y las condiciones ambientales, sobre todo las de los primeros años de vida.
Según Elinav, "contra el dogma actual que dice que los probióticos son inocuos y benefician a todo el mundo, estos resultados revelan que tomarlos en combinación con los antibióticos tiene un potencial efecto dañino a largo plazo. Repoblar el intestino con los propios microbios a través de un tratamiento personalizado puede ser mejor".
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lunes, 17 de septiembre de 2018
¿Son saludables los probióticos?
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