Un estudio realizado en la Universidad de Massachusetts (EE.UU.) estima que el 60% de las personas adultas mienten al menos una vez durante una conversación de diez minutos. El mentir a fin de evitar conflictos o castigos, no herir los sentimientos de otra persona o preocuparla innecesariamente, no realizar o posponer una actividad no apetecible, así como la necesidad de dar una buena imagen, agradar o no ofender a los demás son motivos habituales que llevan a mentir e incluso pueden considerarse motivos razonables y la mentira adaptativa. Pero, ¿cuándo mentir se convierte en un problema?
En este sentido, es importante destacar que lo preocupante de la mentira es su frecuencia, la gravedad de la misma, las circunstancias que llevan a engañar y sus consecuencias.
Aunque el concepto de mentiroso compulsivo o mitomanía no aparece recogido en los manuales diagnósticos de trastornos psicológicos como una enfermedad, sino como un síntoma de otras, es un problema que los psicólogos encuadran dentro de las adicciones. Tal como explica Victoria Orbe, psicóloga en el centro El Prado Psicólogos Madrid, esto se debe a que, cuando se miente asiduamente, «el engaño tiende a convertirse en una respuesta automática e impulsiva, no tanto fruto del deseo de manipulación o la astucia, sino de un hábito». También es reflejo de algún tipo de problema psicológico o emocional subyacente, pues estas personas no saben por qué lo hacen, ya que muchas veces la mentira no busca un beneficio concreto sino que es una especie de acto reflejo o inconsciente.
«Mentir frecuentemente suele llevar a conflictos familiares, sociales, en el trabajo, etc., sin embargo, la persona no es capaz de dejar de mentir, a pesar de no tener malas intenciones o incluso padecer una sensación constante de estrés o sintomatología ansiosa», cuenta la experta.
Causas de la mentira
Aunque parezca sorprendente, hay muchas personas que adornan, deforman o inventa la realidad, y las causas son muy variopintas:
1. Desconfianza. «Lo que comienza siendo una mentira fruto de la desconfianza hacia una persona puede terminar convirtiéndose en un entramado e incluso llegar a engañar por inercia», alerta Victoria Orbe.
2. Impulsividad. Las personas que mienten con frecuencia al final lo hacen de manera impulsiva, dejando de controlar dicha conducta. En este sentido, según Psychological Science, el cansancio hace más vulnerable a la mentira, por lo que se tiende a mentir más por la tarde.
3. Evitar castigos y eludir responsabilidades. Una persona puede mentir de forma reiterada a fin de evitar las consecuencias de sus acciones, demostrando cierta inmadurez.
4. Asociar la mentira al éxito. En un estudio realizado por las académicas estadounidenses Gunia y Levine se observó que, en aquellos empleos con una mayor orientación a las ventas que al cliente, los empleados podían asociar la mentira (p. ej., manipular, disfrazar la verdad u ocultar aspectos negativos sobre el objeto de la venta) al éxito laboral.
5. Refugiarse de la realidad. La insatisfacción puede llevar a modificar la realidad adornándola e incluso alterándola, haciéndola más tolerable emocionalmente y aparentemente entretenida. Indica la experta que un estudio de la Universidad de Harvard (EE.UU.) asoció la mentira recurrente con la creatividad, ya que ésta también puede ser empleada para racionalizar y autojustificar los engaños.
6. Intolerancia emocional. Una elevada sensibilidad a las emociones displacenteras y una pobre gestión emocional pueden provocar que la persona opte por mentir a fin de evitar el malestar emocional que considera que le ocasionaría decir la verdad. P. ej., si se quiere hacer un viaje y no hay nadie disponible, decir que no se va porque no le apetece o está muy ocupado, evitando decir la verdad y sentirse solo o sin amigos suficientes.
7. Falta de habilidades sociales. Hay personas que tienden a mentir porque temen que exponer sus necesidades lleve a conflictos interpersonales, de forma que terminan haciéndolo a fin de poder mantener sus límites sin dejar de contentar a los demás (p. ej. para detener una conversación).
8. Tener una relación insana/tóxica con los padres o la pareja: Ante personas excesivamente inflexibles, autoritarias, controladoras e incluso agresivas, la persona puede recurrir a la mentira por temor a las consecuencias de exponer su opinión o a fin de poder tomar sus propias decisiones.
9. Miedo al rechazo o a la crítica. Al parecer, quienes temen el rechazo o les cuesta asumir las críticas pueden adornar o falsear la realidad para mantener una imagen aparentemente perfecta ante el resto.
10. Baja autoestima e inseguridad. Las personas inseguras dependen de la aprobación externa para sentirse valiosas, de manera que pueden recurrir a la mentira como mecanismo compensatorio, proyectando un «yo ideal» que les proporciona una mayor seguridad en sí mismas.
11. Necesidades afectivas insatisfechas. Dice Victoria que «hacer falsos cumplidos o mentir sobre la salud, la riqueza o el estado profesional puede tener el fin de ganar el afecto y el reconocimiento ajenos». Asimismo, el parecer el héroe o la víctima de una historia suele granjear simpatía y admiración de los demás.
12. Tener algún trastorno psicológico asociado a la mentira, padecer algún trastorno de la conducta alimentaria o sufrir un trastorno obsesivo compulsivo son los problemas psicológicos en los que la mentira se vuelve una constante en quienes los padecen.
13. Tener un trastorno de la personalidad. «La mentira compulsiva forma parte de trastornos de la personalidad antisocial (en la que se utiliza la mentira como estrategia de manipulación), la personalidad límite (en la que la mentira se ve impulsada por una emoción) o el trastorno narcisista (en el que se miente para conseguir la admiración ajena)», concluye Victoria Orbe.
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