De Rey Lear de Shakespeare, pasando por Hollywood y hasta las series de televisión, la figura del "viejo gruñón" o la "vieja gruñona" está presente como un estereotipo. Sin embargo, la ciencia ahora parece haber confirmado que a medida que pasan los años, el humano es menos social, más crítico y más abiertamente racista. Con poblaciones enteras "envejecidas" por el bajo índice de natalidad, estos datos podrán significar que los "gruñones" lideran la escala demográfica. Así y todo, la pregunta sigue siendo si los seres humanos verdaderamente llegan a ser más autosuficientes, intolerantes y antisociales a medida que envejecen o si sólo son mal interpretadas por la gente joven.
Muchos científicos han sostenido durante décadas que los adultos mayores, tanto hombres como mujeres, suelen ser menos sociables que sus contrapartes más jóvenes. Una de estas teorías se conoce como "desconexión" y postula que a medida que los humanos se vuelven más conscientes de la brevedad de la vida, el valor relativo de los días restantes aumenta. A su vez, el humano se torna más selectivo acerca de cómo pasa esos días preciosos y con quién, dejando menos tiempo para incursiones sociales nuevas y superficiales.
Esto sugiere que los ancianos son simplemente más exigentes y no tan voluntariamente misántropos. Esta tendencia no se limita solamente a los seres humanos: una investigación actual demuestra que los sujetos de mayor edad en una comunidad de primates son igualmente exigentes cuando se trata de relaciones sociales. El estudio alemán, realizado en macacos, descubrió que se vuelven más selectivos a medida que envejecen, disminuyendo el tamaño de su grupo.
Sin embargo, eso no significó que los monos no se preocupen más por su vida social porque todavía tendían responder a los gritos de los monos de su grupo y especialmente a los de su mejor amigo. La diferencia radica en que no se ocupaban sólo de cualquier mono como cuando eran jóvenes. En su lugar, se ocupaban sólo de monos dentro de su círculo cada vez más exclusivo de amigos.
Los monos no son, hasta donde se sepa, consciente de su propia mortalidad, por lo que estos hallazgos en realidad ponen en duda la teoría aplicada en seres humanos. Como explicó Julia Fischer, investigadora principal del estudio: "Los cambios motivacionales de los ancianos no parecen depender principalmente de la conciencia de un tiempo de vida restante limitado". Más bien, señaló que "probablemente se trate de un equilibrio entre la sensación de energía reducida y una tendencia a evitar interacciones negativas". Las interacciones negativas son más costosas para el bienestar a medida que la edad avanza porque no necesariamente hay una buena "recuperación", como sucedía en la juventud.
Por otra parte, si bien no hay una gran cantidad de investigación que compare los niveles de mal humor de hombres y mujeres, algunos expertos han hablado del llamado "síndrome del hombre irritable" que ocurre cuando los niveles de testosterona decaen y, según la ciencia, la irritabilidad sube. Y, de acuerdo con la Asociación Americana de Endocrinólogos Clínicos, hasta un tercio de los hombres mayores de 75 años tienen niveles bajos de testosterona.
La testosterona es una hormona que aumenta los músculos, reduce la grasa en el cuerpo, afecta a la energía y mejora el deseo sexual", señaló el doctor Ridwan Shabsigh, jefe de la Sociedad Internacional de Salud de los Hombres. "Sin embargo, también tiene efectos neuronales y en algunos hombres que encontramos en nuestras prácticas, los efectos pueden ser muy visibles: bajo estado de ánimo e irritabilidad".
¿Pero qué sucede con los mayores niveles de prejuicio e intolerancia? Bill von Hippel, un experto en psicología evolutiva e inteligencia social de la Universidad de Queensland, dijo que no es debido al mal humor. Más bien que estas cualidades más desagradables parecen ser causadas principalmente por los cambios en las funciones cerebrales a medida que se envejece. Es decir, una disminución en el control cognitivo cuando al enfrentarse con los estereotipos de la sociedad.
"El resultado final de este proceso es que es más difícil para los adultos mayores participar en la supresión de estereotipos y así empiezan a sentir estos pensamientos y actitudes más que cuando eran jóvenes", dijo Von Hippel. "Por lo tanto, se podría decir que los adultos mayores empiezan a prejuzgar en gran medida en contra de su voluntad".
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