miércoles, 24 de octubre de 2018

SI NO LO RECUERDO NO PASO? VEAMOS QUE DICE LA CIENCA


¿Por qué nos es imposible olvidar el dulce olor del perfume que la abuela  usaba cuando teníamos tres años, pero nos cuesta recordar los detalles en torno a una situación familiar difícil que atravesamos hace apenas un par de años? Es que la memoria funciona de maneras complejas que están totalmente ligadas a lo emocional. Para lidiar con el dolor o aferrarnos a la dicha, nuestro cerebro crea laberintos y barreras adaptando la realidad a nuestro antojo. A este proceso, popularmente, lo conocemos como "la memoria selectiva".

"La mente humana, como todos sabemos, posee una enorme capacidad para almacenar información. La selección, por ello, es un requisito insoslayable en los procesos de memoria", desarrolla el Dr. Horacio Rotemberg, de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Así, la capacidad de registro y selección de las experiencias cotidianas tiene distintas consecuencias en la construcción de la propia identidad y del propio modo de ser. "Esta construcción, que implica acopio y uso de la experiencia, es dinámica y se apoya en los sucesivos aportes surgidos de los vínculos tanto tempranos como ulteriores que todos atravesamos en nuestra existencia".

Por su parte, el Dr. Héctor Petrucci, psiquiatra y psicoanalista especializado en psiconeurofarmacología, plantea que "toda memoria es selectiva, de acuerdo con los hallazgos de la neurociencia. Lo es por vincular la memoria declarativa a la memoria implícita, ya que interviene en la selección de lo que memorizamos, nuestra historia vital y toda nuestra subjetividad. Por eso es que recordamos lo que más nos impacta, y eso es diferente para cada uno de nosotros, tanto en lo positivo como en lo aversivo".

Pero la memoria selectiva está siempre activa, "ya que es inevitable que intervenga la atención que ya es una selección personal y única para `elegir´ ciertos contenidos y no otros, y comienza a estimularse el circuito neurobiológico de la memoria", plantea Petrucci.

El arte de recordar ¿De qué modo funciona el proceso mediante el cual  recordamos u omitimos situaciones del pasado? La Lic. Marian Durao, Magister en Psicología en Trastornos Emocionales y de la Personalidad y de la Universidad de Valencia, explica: "Recordar nuestro número de teléfono, las claves y contraseñas que abundan en nuestra vida cotidiana, o dónde fuimos de vacaciones el año pasado son ejemplos de funciones atribuidas a la memoria. Acordarnos de cómo jugar al tenis, cómo vestirnos o qué camino es más corto para llegar a un lugar al que ya fuimos, también puede atribuirse a la memoria humana".

En efecto, y según plantea Marian Durao, "ciertas habilidades que aprendimos y que no se olvidan, aun con el paso del tiempo, forman parte de la función del recordar. Esta capacidad de retener y utilizar posteriormente la experiencia, tiene una enorme influencia en el desarrollo intelectual, interpersonal y en la transmisión del conocimiento".

Entre muchas categorizaciones que se han hecho con base en estudios e investigaciones, Durao resume lo siguiente:

-La memoria episódica: es la que se ocupa de almacenar, retener y recuperar información relativa a episodios en los que la persona recuerda con relación a variables de tiempo y lugar. Por ejemplo, con quién se encontró la semana pasada a comer, en qué lugar y, si se esfuerza, qué plato pidió.

– La memoria semántica: trata información y "conocimientos" de carácter general, con independencia del contexto temporal y espacial. Por ejemplo, los conocimientos que tenemos sobre normas sociales o buena educación.

Estas dos categorías, la episódica y la semántica, forman parte de la memoria declarativa, ya que podemos afirmar o declarar tener conocimientos del tipo "saber qué".

Por último, aparece la memoria procedimental, el "saber cómo", aquella por la cual recordamos ciertas habilidades, como conducir, andar en bicicleta, vestirnos, etcétera. Está relacionada con aprendizaje por condicionamiento.

Estructurada de este modo, la memoria humana aparece como responsable del funcionamiento de una gran cantidad de las tareas que llevamos a cabo cotidianamente.

Si reparamos en lo difícil que sería emprender cualquiera de estas tareas sin el bagaje de información correspondiente, podemos dimensionar la importancia de esta capacidad.

Sin embargo, según Durao, hay factores que favorecen la retención y la recuperación de información, como la manera en que aprendemos, la motivación, la atención, cómo está organizado el material que deseamos evocar y la tonalidad afectiva que enmarca el recuerdo.

La edad es un factor importante en este sentido. La capacidad de recordar va aumentando a medida que los niños crecen hasta la adolescencia y después va disminuyendo hacia la vejez, aunque a partir de la adolescencia puede aumentar la capacidad de la memoria semántica.

Como vemos, y según indica la especialista, el fenómeno del olvido puede estar relacionado con distintos factores, como estados confusionales, aprendizaje inadecuado, edad avanzada, tonalidad afectiva neutra, falta de motivación o falta de atención del sujeto que recuerda para seleccionar, mediante mecanismos biológicos y psicoterapéuticos, algunas veces de manera consciente y otras veces no tanto, qué desea recordar y qué desea olvidar.

Sin embargo, un rasgo muy interesante de la psiquis y la mente humanas es que nos resulta más fácil recordar información agradable que desagradable, por lo que muchas veces estamos propensos a que nuestra mente cree puentes con recuerdos placenteros.

"En la actualidad hay estudios que confirman la capacidad humana de seleccionar lo que se desea olvidar y utilizar para ello un proceso biológico de bloqueo de experiencias que no deseamos recordar. Esta capacidad de nuestro cerebro, la llamada memoria selectiva,
fue estudiada por Gabrieli y Anderson, de la Universidad Stanford. Si bien Freud encontró en la represión de los recuerdos uno de los pilares principales del psicoanálisis, este era un concepto que no estaba bien definido respecto de cómo el cerebro olvidaba algunas experiencias al considerarlas amenazantes o evocadoras de ansiedad, ante lo cual eran reprimidas y confinadas al inconsciente", aclara Durao.

Actualmente, las investigaciones sostienen que el control de los recuerdos no deseados está relacionado con la activación de la corteza frontal y se basa firmemente en la capacidad humana de controlar el comportamiento.

En esta misma línea, el Dr. Rotemberg agrega que "la identidad subjetiva se sostiene y se transforma a lo largo del tiempo sobre las trazas de memoria organizadas sucesivamente. Este proceso de transformación, de crecimiento a partir de la experiencia va creando conocimientos y hábitos, modos de ser y pensar estables que le confieren características singulares a cada ser humano. Es un proceso de transformación y de selección. La memoria, por ello, es necesariamente selectiva".

Así, en este proceso, las buenas y malas experiencias que todos vivimos tienen efectos sobre nuestro pensamiento. "Aquellas experiencias placenteras que permiten sucesivos logros y ayuden así a consolidar una confianza básica en nosotros mismos y en nuestro entorno nos permitirán seleccionar vivencias que, al evocarse, revivan momentos plenos que anticipen, con esperanza, nuevas satisfacciones", dice Rotemberg. Si, en cambio, nuestra experiencia queda condicionada por lo traumático, es decir, por acontecimientos difíciles de asimilar por su carga negativa, "el nivel de sufrimiento subjetivo y de pensamientos derrotistas, de ahí en más, puede ser mayor. Estas experiencias negativas pueden ser fuente de aprendizaje cuando las enfrentamos decidida y desprejuiciadamente".

No obstante, hay una tendencia humana de evitar el reencuentro con las vivencias traumáticas que han quedado fijadas cuando no han sido, en su momento, contenidas, transformadas e integradas apropiadamente. "Estas circunstancias existenciales, con la perspectiva pesimista que generan, nos llevan a apelar ulteriormente a distintos recursos defensivos para controlar aquellos indicios que desde la realidad exterior anticipan alguna situación peligrosa. La vivencia traumática pasada distorsiona la evaluación reflexiva del peligro presente confiriéndole un sentido particularmente duro sin que podamos recurrir a recursos más apropiados para enfrentarlo y modificarlo". El sujeto, en su memoria selectiva, ordena su destino de acuerdo con lo vivido.

Por eso, desde la psicología, la recomendación es simple: la próxima vez que te llame la atención que no podés recordar los detalles sobre alguna situación en particular, pará las antenas. Es probable que hayas descubierto la punta del iceberg de algún trauma que te está afectando, aunque no puedas notarlo.

No lo olvides: estar en contacto con tus sentimientos, en lugar de reprimirlos, es lo mejor que podés hacer por vos.











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