lunes, 3 de junio de 2024

TENDENCIAS - Disnomia, el olvido de cada día


Todos los olvidos no significan lo mismo, pero algunos son socialmente feos. Antes, cuando olvidaba tres o cuatro nombres propios seguidos, me asustaba. Investigué, no es el Alzheimer es estrés. Digamos

que desde el punto de la salud es un consuelo, pero quedo horrible en las reuniones. Sobre todo, en las reuniones donde decir el nombre justo en el momento justo es un acierto. Estoy en una reunión social y quiero decir el libro de una autora de moda, no lo encuentro y parece que estoy jugando al Dígalo con Mímica. Porque, además la disnomia tiene un efecto dominó. Primero cae sobre el nombre que queremos recordar, y luego, como la mancha voraz, se extiende a todo aquello que queremos decir. "Es la autora irlandesa que… Me encanta, pero leí los dos primeros libros nada más. ¿Cómo se llamaba? Ay, qué odio, tampoco me puedo acordar del nombre de los libros. ¿O no era irlandesa? La irlandesa es la otra, la del orfanato. Esa, la que hizo el libro del orfanato y después hicieron una película muy triste, muy triste sí. Edna Ferber, no. Edna Ferber era de Texas, me acuerdo porque cuando viajé a Houston me compré un libro de ella para leer, uno de esos viejos y no lo leí nunca, tampoco. La que yo digo escribió sobre Shakespeare, algo novelado sobre Shakespeare". La gente a mi alrededor comienza a lanzar nombres hasta que se aburre. Al fin, tiro la toalla con la frase: "Qué lástima no tener cómo buscar su nombre en Google".

Otra que está genial de Google desde hace unos años: aquella canción que te olvidaste cómo se llama, quién la canta y cuándo fue que la cantó. Entonces, le cantás al celular para que Google descubra cuál es la canción. Les recuerdo que además de quedar ridículos, es solo un programa y puede interpretar como "Estrellita, ¿dónde estás?", cuando estamos cantando a viva voz "I will survive" de Gloria Gaynor.

Y esa es la cuestión: hoy Google es lo que hace décadas era la máquina de calcular. Todos los padres de mi época decían a sus hijos:

"Si usás demasiado la máquina de calcular, ya no vas a poder hacer cuentas mentales por vos mismo". Y uno se preguntaba: ¿para qué la inventaron, entonces? ¿Por qué tengo que hace 317 dividido 12 y romperme la cabeza, cuando existe la máquina de calcular? ¿Acaso no están las máquinas para ayudarnos?

Bien; no sé cuánta razón había en el dicho, pero yo me encuentro hoy, para ahorrar tiempo, abriendo la calculadora para, por ejemplo, multiplicar 12 x 9. Mi hija, muy seria, un día me comunicó que cuando yo muera, antes que cerrar mis apps de Facebook o de Instagram, iba a borrar el historial de la calculadora, para que nadie se diera cuenta que no puedo hacer cuentas de dos cifras por mí misma.

Desconozco si le hacemos bien o mal a la memoria con estos artefactos: la calculadora, el Google. Por un lado, ahorramos tiempo -y una buena dosis de angustia- consultándolos y por otro nos quedamos en blanco delante de la tabla del 9. Me preguntó si el futuro será una humanidad estupefacta ante los números, los nombres o las canciones.

 

 

 



    Clarín3 Jun 2024Escritora Patricia Suárez




 



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