A Ernest Hemingway no se le pegaban las sábanas. El Premio Nobel de Literatura, con las primeras luces de la madrugada, entre las 5.30 y las 6 de la mañana, se ponía a escribir en forma sistemática. Cada día. Lo mismo le ocurría al pintor Francis Bacon, al director de cine Federico Fellini y a un sinfín de personajes célebres, a quienes les daba igual lo tarde que se hubieran metido en la cama a recuperar energías: el día siempre los encontraba trabajando. Sin embargo, madrugar, cuando no se durmieron las horas necesarias, no les sienta nada
bien a la mayoría de personas.Ver hasta la madrugada una serie o una película en la televisión, terminar un trabajo y leer hasta tarde, nunca es gratis: la factura, indefectiblemente, se paga al otro día. Estamos de peor humor que de costumbre. Y si esa situación se alarga, y no se descansan las horas necesarias durante semanas o meses, puede acabar provocando una depresión. Hasta el momento, no se había podido identificar qué provocaba esa relación entre falta de horas de sueño y el estado de ánimo. Ahora una investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) señala una alteración de un gen, el PER3, como posible detonante.
La pista para arribar a esta conclusión partió del estudio al que se sometió a una familia, de la cual tres miembros padecen el síndrome de fase de sueño avanzado (FASP, por sus siglas en inglés). Se trata de gente que se despierta de forma natural muy temprano, antes de las cinco de la madrugada, y que también se va a dormir antes de que se haga de noche. A pesar de que no se considera una enfermedad, porque al final estas personas acaban durmiendo las horas necesarias, este síndrome sí sufren unos cuantos inconvenientes, porque llevan un horario distinto al de la mayoría de la sociedad y, por sus hábitos, les es imposible adaptarse.
Este grupo familiar, además, mostraba síntomas de padecer trastorno afectivo estacional, un problema que generalmente suele ocurrir en invierno, cuando los días son más cortos, y hace que la gente se sienta deprimida. De hecho, entre un 1,3 y un 9 por ciento de la población –en especial en los países que están en los extremos norte y sur– lo padece. Ptácek y Hui Fu observaron que esas tres personas tenían una versión defectuosa de uno de los genes del ritmo circadiano, el PER3.
Los investigadores también pusieron como ejemplo a los trabajadores que conviven con continuos cambios de turnos y que, de acuerdo con las estadísticas, son mucho más susceptibles a desarrollar distintas enfermedades y trastornos del estado de ánimo. Sin embargo, hasta el momento, ningún estudio había identificado cómo las alteraciones en el ritmo circadiano promueven la aparición de los trastornos en el cambio del humor.
Para saber el rol de este gen, Ptácek y Hui Fu hicieron una serie de experimentos con ratones modificados genéticamente para portar dos copias del PER3 alterado. Entonces, comprobaron que los animales modificaban su ritmo circadiano. Y, además, lograron concluir que tenían algunos comportamientos similares a los que muestran las personas que padecen depresión, como apatía –dejaban de beber agua azucarada, por ejemplo– así como patrones de sueño anormales. "Los humanos durante los días más cortos de invierno desarrollan un trastorno del estado de ánimo, lo mismo que les ocurre a los ratones", comenta Ptácek.
Los resultados de este trabajo sugieren que este gen puede ser el nexo entre las horas de descanso y la regulación del humor, además de tener un papel clave a la hora de ajustar los procesos de adaptación a los cambios estacionales para evitar así los procesos depresivos.
"El no dormir las horas suficientes conlleva múltiples consecuencias para nuestra salud, incluida la salud mental", explica Louis Ptácek, profesor de Neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad de California, en San Francisco, Estados Unidos. Ptácek y su colega Ying-Hui Fu son los principales responsables de esta investigación.
LA VANGUARDIA. ESPECIAL
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