La psicóloga, quien ha basado su gran éxito en conferencias motivacionales y libros de investigación que la han convertido en una autora "best-seller" en toda Latinoamérica habla también durante la entrevista sobre su nuevo libro "Educar para sentir, sentir para educar". ""Al chico se lo educa para que sea exitoso y no para que sea sensible"", sostiene.
- ¿Cómo es esto del desafío de ser feliz en un tiempo donde parecería que la alegría se confunde con felicidad, con tener que estar siempre alegre?
- Es uno de los mayores errores que hemos cometido, una suerte de pegatina que hizo el marketing de suponer que felicidad y alegría eran lo mismo. Es entender la felicidad como la logró entender el estudio, como un acto de decisión que tiene más que ver con la voluntad, la paz y la tranquilidad más que con la euforia o el placer. Hace que esto sea un trabajo cotidiano en el que yo no puedo esperar a tener un estado ideal en mi vida para estar en contacto con esa decisión. Tengo que tomarla con los dolores que estoy viviendo
- Sin embargo ser feliz puede ser muy difícil en situaciones límite, una enfermedad grave de uno o alguien cercano, momentos muy duros que todos atravesamos en algún momento de la vida
- Es ahí cuando más se hace carne el tema de la decisión. Cuando uno está bien, pasando por un buen momento, esta decisión es un poquito inconciente, como que no se toma. Hay que tomarla cuando uno está mal. Ahí hay que poner la garra, la voluntad, el sentido del humor, la capacidad de aprender, darle la vuelta a lo que uno está viviendo. Ahí es donde se prueba que es una decisión. Esta cosa de felicidad y dolor a la larga son dos caras de una misma moneda.
- Usted ha expresado que a los latinoamericanos es cómo que nos gusta todo ya, lo inmediato, incluso la felicidad
- Tenemos que sacar esta cosa de estar permanentemente arriba de la pelota digamos. Hay una exigencia de estar permanentemente contento, permanentemente bien, como que no puedes mostrarte un poco vulnerable. La definición de vulnerabilidad es fea. Suponemos que la gente vulnerable es quien expresa emociones, entonces es frágil, débil, hay que aguantar el llanto. El tema que tenemos con el llanto en América Latina es una cuestión espantosa. El decir "no llores" cada vez que alguien se va a poner a llorar ya sea por tristeza o por alegría es una invitación a la patología. Hay una exigencia, como pasa con las redes sociales. Mostrarnos en Instagram como que está todo bien, tengo el cuerpo perfecto, cómo que así estamos todo el tiempo contentos. Y así se asocia la felicidad y la felicidad pasa por otro lugar, pasa más por el silencio que por andar mostrando.
- ¿Y que pasa con las redes sociales? ¿atentan contra la verdadera felicidad?
- Las redes sociales pueden ser super sanas y las tecnologías también en la medida que las sepamos administrar. Pero en general la gente no la sabe administrar, y al final nos terminan liquidando la vida emocional. Porque esa emoción no se expresa. Se manda un emoticón con una lágrima pero no se lloró. Y envío un emoticón sonriente pero no tengo una sonrisa en mi cara. Así se produce una disociación entre lo que yo siento versus lo que estoy mandando. Y si a eso se le agrega la potencia para insultar, el anonimato de las redes sociales, la importancia cultural que le damos como si fueran encuestas de referencia, y pensar que eso puede determinar o no el éxito en algún lugar creo que es sobredimensionar la situación. Hay que volver a lograr establecer los vínculos de confianza en términos cara a cara, que sean directos.
- El tema de los sentimientos también aparece en su último libro "educar para sentir, sentir para educar"
- Esa investigación duró 5 años. De los ocho libros que he escrito este es el que más me tocó parir. Era muy difícil meterme en el tema de la educación. Es una investigación que hace un estudio longitudinal desde que el niño nace hasta que empieza a trabajar, es larga la historia. Y cómo hoy día contratan a la gente por tener habilidades técnicas pero la despiden por no tener blandas, es decir competencias personales. Este nombre lo pongo en el libro porque hablar de habilidades blandas es desmerecerlas en relación a las técnicas. Estas competencia no las educa nadie. Este sería un tipo de ser humano sensible, inclusivo, no prejuicioso, con capacidad de aceptación del otro, con capacidad de vivir la diversidad, empático. Pero al niño hoy no lo educan para ello. Lo educan para ser exitoso, para que le vaya bien en el colegio, para que tenga buen rendimiento, para que gane mucha plata, y no necesariamente para que sea sensible. Esta contradicción es la que me llevó a hacer este estudio. Es un libro que le tengo un cariño entrañable. El estudio logró hacer el círculo redondo que yo quería.
- ¿Y en este peregrinar por Latinoamérica le sorprendió lo que fue observando?
- Me dio mucha rabia lo que empecé a ver. Tuve que sacar una Pilar Sordo que me cuesta mucho, que es la Pilar enojada. Tuve que enojarme mucho con los papás, los colegios, los empresarios, las universidades, los ministerios. El libro es una manera de pedirles perdón a los niños por no dejarlos reir a carcajadas, por no dejarlos llorar desde el año o antes, perdón por jornadas escolares eternas, por no preguntarles si están angustiados en clase y preguntarles más por si saben la tabla de multiplicar. Uno se va dando cuenta como le van liquidando la vida a los niños, tal como en algún momento lo hicieron con nuestra generación. Y seguimos perpetuando todo esto, generación tras generación sin incorporar el mundo de las emociones en la educación.
- En Argentina e imagino que en Chile también hace tiempo que se debate sobre las mejoras en la educación. Se polemiza sobre los resultados de pruebas internacionales como las Pisa, donde se mide si nos fue bien en matemáticas o en lengua ¿Un chico que esté bien en las cuestiones emocionales que refiere puede rendir mejor en lo académico?
- Claro que sí, si el terreno en el que se siembran los contenidos está más limpio porque las emociones están más trabajadas el aprendizaje va a ser muchísimo mejor. Si las emociones están contaminadas y el niño llega al aula con tristeza porque en la noche tal vez se enteró que su abuela tiene cáncer y no se lo puede contar a nadie porque si se va a largar a llorar lo van a decir que es cobarde, evidentemente si ese día tiene un examen de matemáticas no le va a ir bien. Incluso también todas estas pruebas internacionales y que tenemos en forma interna en los países incluso también hacen cuestionar que están midiendo, que tipo de ser humano es el que quieren configurar. Es como cuando hablamos de un país desarrollado. ¿Un país desarrollado es el de la gente que se levanta todos los días a trabajar a las ocho de la mañana y se parte el lomo hasta las 12 de la noche por un sueldo que apenas le alcanza, pero le sirve para costear la tele último modelo, el celular y otros consumos?. ¿O un país desarrollado es tal vez el de gente que tal vez vive con menos, pero con una mayor calidad de vida?. El concepto de desarrollo también entra en cuestionamiento. Lo mismo pasa la educación, cual es la que va a importar al final.
- ¿Es importante valorar el tener tiempo para estar con amigos, la familia, no correr todo el día en el trabajo?
- Por supuesto, y que los chicos tengan capacidad para jugar y encontrarse con sus amigos. Y poder volver a jugar en la calle. Hoy los chicos están esclavizados con la tecnología porque nos quedó muy cómodo a los adultos que funcionara así. Hay un montón de cosas que planteo como preguntas y reflexiones en el libro que hace que sea interesante para cualquier persona, no solo educadores o quien tenga hijos. Es para quienes quieran ver su mundo emocional. Es una crítica al mundo adulto. Desde esa discapacidad emocional que tenemos los adultos, se la estamos traspasando a los niños con la misma eficiencia.
- Se habla mucho de que los padres no tienen tiempo para estar con sus hijos ¿Cuanto influye esto?
- Es la típica frase latinoamericana que a excepción de algunos países como Colombia, Guatemala y Ecuador donde se escucha menos, más aparee. En América del Sur esta es la frase que justifica todo al igual que el "estoy cansado". Estas suelen ser las únicas dos cosas que los niños saben de uno. Al final lo que uno descubre en esta frase "no tengo tiempo" además de que es una excusa, es que el tema son las prioridades. Aquí en Chile es peor que Argentina porque tenemos noticieros que duran una hora y media y los de ustedes suelen durar una hora. Pero si yo le dedico una hora a ver esto porque esa es mi prioridad porque además me informan todos los días lo mismo, no aparece mucha diversidad de nada, yo pierdo una hora de tiempo para estar con mi pareja o mis hijos. Y una hora de estar mirando a mis hijos a la cara o lo que fuera es mucho tiempo. Los psicólogos tendríamos la mitad de trabajo porque resolvería mas cosas en la convivencia de lo diario, pero como hay otras prioridades, al final digo "no tengo tiempo". Hay un tema de prioridades con el mucho o poco tiempo que de verdad tengo.
- En Argentina hay mucho psicoanálisis, la gente se psicoanaliza mucho, ¿en Chile pasa lo mismo?
- Aquí hay menos. Ustedes son un pueblo muy culto psicológicamente. Tienen una muy linda capacidad de autoanálisis, de autoobservación de sus propias conductas, a veces en extremo incluso. Pero que les permite tener un manejo del tema psicológico mucho más profundo que en otros países de latinoamérica.
- ¿Cómo hacemos entonces para estar felices en el día a día?
- Esta decisión requiere de ciertos ingredientes. Hay que ser agradecidos, hay que centrarse en lo que uno tiene y no en lo que a uno le falta, tener sentido del humor. La gente que tiene fe ayuda a que esta decisión sea más fácil, pero por sobre todas las cosas la fuerza de voluntad es el elemento clave para que esta decisión sea mantenida a lo largo del tiempo.
- ¿A pesar de los problemas que vemos en Latinoamérica está esperanzada de que podemos mejorar nuestras sociedades?
- Creo que hay dos fuerzas. Una es muy emergente y es en la que yo confío, que es la gente que está saliendo un poco del sistema y que está revisando cosas y ah encontrando otra forma de alimentación, de conocimiento, de exploración interna, de paz. Y luego hay otra línea que todavía sigue pegada a la ansiedad de consumir y de suponer que ahí está el centro de la felicidad. Hay una pelea grande entre esas dos fuentes y soy esperanzadora a morir de que mejorará. Incluso los sistemas económicos de los países tienen que pensar distinto.
- Tratar de aportar desde cada uno, sin un gran padre o madre que nos solucione todo
- Sí, y tener una relación uno a uno con el otro, no pensar en soluciones macro, que se demoran mucho en manifestarse. Pero si yo trato bien a dos personas lo más probable es que estas dos personas me traten bien a mi también y traten bien a otros, y así sucesivamente. Creo más en los círculos virtuosos en relación a esto..
Sergio Limiroski
@sergiolimi
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